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Los equívocos de la "Mano Amiga"


No ha faltado quien ha criticado al gobierno por su proyecto "Mano Amiga", que trata de llevar el teatro y el fútbol a los adolescentes de las comunidades marginales del conglomerado metropolitano, porque lo considera un error en la lucha contra el crimen.

Han sido varias, quizás excesivas, las caricaturas que representan a niños pequeños con armas de fuego o a individuos adultos, con un aspecto que los hace presumiblemente antisociales (por sus tatuajes y vestir desgarbado), que celebran la llegada de la "Mano Amiga" como una ocasión para mantenerse en la impunidad. Así, algunos consideran que se trata de una estrategia equivocada, pues no se puede enfrentar el delito con suavidad, y dicho proyecto no hace más que acariciar con "mano blanda" la delincuencia.

Aunque los anteproyectos de "Mano Dura", propuestos de modo improvisado por el gobierno de Moscoso en los últimos días de su periodo, no hicieron más popular a la cúpula arnulfista, parece que los contenidos de la propuesta gozaron, y probablemente aún gozan, de cierto grado de aceptación entre los diputados perredistas.

Para los que ven el asunto políticamente, que siempre son los menos, se trata de un truco fácil de máximo rendimiento y bajo costo, pues supuestamente mejora los índices de protagonismo y popularidad del político que los plantea, sin tener que hacer otra cosa que agarrar un micrófono y pedir el endurecimiento de la penas contra los adolescentes, y sin tener que preocuparse por estudios de la realidad, medición del impacto real de las medidas propuestas, su sostenibilidad en el tiempo, y todas esas cosas que exigen pensar mucho y con mucha disciplina.

La "Mano dura" no fue una política de Estado, fue solo un truco mediático. Muy poco tiempo había transcurrido luego de la debacle legislativa de las propuestas de Moscoso, cuando el nuevo Ejecutivo presentó el Proyecto "Mano Amiga".

El 20 de septiembre, en un acto celebrado en la Presidencia de la República, y en el que intervino la Directora Ejecutiva de UNICEF, Carol Bellamy, se hizo el lanzamiento oficial del proyecto y también se hicieron claras alusiones a la necesidad de "prevenir" la violencia y el crimen mediante la adopción de programas de apoyo a los adolescentes de comunidades marginales, centrados en la promoción del deporte -en este caso el fútbol- y la educación artística -el teatro fue el género escogido. Varios miles de adolescentes son beneficiados por esta iniciativa, pues tendrán la oportunidad de acceder a estos bienes que de otra manera, les serían vedados.

Digámoslo sin ambages: el practicar un deporte, el participar en una representación teatral, son derechos que las personas tienen y una sociedad medianamente sana no podría cuestionar que el gobierno haga un esfuerzo adicional para procurar que sus niños, niñas y adolescentes en condiciones sociales desventajosas ejerzan estos derechos, que dicho sea de paso están reconocidos por la Convención sobre los Derechos del Niño, por si hiciera falta.

La cuestión que incomoda a algunos consiste en la eficacia de estas actividades en la lucha contra el crimen. ¿Estamos realmente combatiendo la delincuencia con la "Mano Amiga"? La respuesta que se dé a esa pregunta dependerá de la manera como percibamos gestos más simples de nuestra vida cotidiana. Cuando abrazamos a nuestros hijos e hijas en las mañanas antes de que se vayan para la escuela, ¿lo hacemos para impedir que se conviertan en pandilleros y pandilleras? Cuando invertimos en su educación, ¿lo hacemos para evitar que se dediquen a la delincuencia?

En mi caso la respuesta es definitivamente no. Hago estas cosas porque los amo, y amarlos significa aquí que quiero hacer todo lo que puedo para que ellos crezcan y se desarrollen plenamente como personas independientes. Ni siquiera pienso que el derecho internacional público me obliga a ello. Ahora bien, entiendo que haya gente que piense distinto, y que sus afectos tengan otras expresiones, y que es por esa razón que necesitamos la ley, de modo que podamos definir las conductas exigibles y las consecuencias que su ausencia acarrean. No se supone que amemos a nuestros niños, niñas y adolescentes con la finalidad precisa de que no se conviertan en criminales.

El proyecto "Mano Amiga" es sólo un reconocimiento de la deuda pendiente que la sociedad -no el gobierno- tiene con un sector de la población, abandonado a su propia suerte. Lo mejor que le podría pasar a este proyecto sería que, en un futuro cercano, el sector privado lo adoptase en forma oficial, pues muchas organizaciones cívicas y religiosas han trabajado por décadas en actividades similares de menor escala y sin coordinación ni publicidad.

La "Mano Amiga" no busca enfrentarse a los criminales, más bien se propone que cada vez nos enfrentemos a una cantidad menor de actos criminales. No es un instrumento contra un enemigo social, es un sistema de puentes para que cada vez seamos más fuertes y numerosos al momento de responder contra las agresiones de la criminalidad común y organizada. Si la "Mano Dura" se cayó y la "Mano Amiga" no pretende enfrentar el delito, ¿qué nos queda en el combate contra toda esa actividad ilícita diaria que daña o menoscaba nuestras vidas, honra y propiedades?

Nos queda la "Mano Justa" que sólo puede ejercer la recta aplicación de la ley. Debemos aprender a enfrentar el crimen con la justicia, lo que involucra a todo un sistema de instituciones, que dista mucho de funcionar como debiera, y sobre el cual debemos hacer algo pronto. Quizás nos alivie pensar que frente a los exiguos costos de la "Mano Amiga" son superiores los recursos humanos, materiales y financieros, que el Estado dedica a los temas de seguridad y justicia. Quizás no.
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El Panamá América, Martes 7 de diciembre de 2004