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Dos discursos de "Mano dura"


El 6 de julio pasado, en un discurso transmitido por cadena nacional a todo el país, la Presidenta se refirió a "los niveles de atrocidad y violencia" que había cobrado la delincuencia en Panamá como algo "nunca antes visto" en este país. Se refirió entonces a una serie de hechos delictivos que habían ocurrido "en las últimas semanas" y "en las últimas horas".

Este es el fundamento de los cuatro proyectos de leyes con que su gobierno se plantea "combatir efectivamente la delincuencia". Luego de enunciar someramente qué cambios serían introducidos mediante estas leyes, la máxima dignataria explicó: "Mientras tanto, y en forma inmediata, estamos poniendo en marcha el plan "Mano Dura", para que la policía entre con fuerza en aquellos lugares donde hay mayores índices delincuenciales y presencia criminal".

No es injusto decir entonces, en virtud de lo dicho (y lo hecho), que la "mano dura" de Moscoso se refiere a la fuerza con que las acciones policiales irrumpirán en los barrios pobres. Su propósito es "liberar" a la "población honesta" de los "pandilleros y delincuentes".

El año pasado quien habló de "mano dura" fue Martín Torrijos. El planteamiento surgió en el discurso que pronunció el 14 de octubre en el diálogo sobre la seguridad en Panamá. Debemos recordar que en ese momento, la campaña electoral estaba virtualmente en marcha y que es lógico que el líder de la oposición hubiese cuestionado las acciones del gobierno en materia de seguridad.

Lo más interesante de la intervención de Torrijos no está en su crítica de la gestión arnulfista, sino en el planteamiento subyacente y en la contrapropuesta que formula. Luego de advertir, de modo preambular, que "en esta materia no puede haber improvisación", Torrijos describe una situación de inseguridad generalizada: "La delincuencia se ha tomado las calles y las bandas organizadas se adueñan de edificios y barriadas". Cuando analiza las tendencias de la actividad delictiva, lo hace a partir de 1990, y se refiere al aumento de distintas conductas delictivas el narcotráfico, el homicidio, las lesiones, los asaltos sexuales, el robo a mano armada, y resalta la utilización de armas de fuego.

Tras mencionar la utilización ineficiente de los recursos del Estado por parte del actual gobierno (ahora se gastan $70 millones más que en la época de Noriega), Torrijos eleva el tono y anuncia: "¡En mi gobierno habrá mano dura contra el crimen!". Es la única vez que menciona la frase y lo hace al denunciar el abandono de los deberes públicos por parte de los actuales gobernantes y la falta de cumplimiento de los compromisos adoptados en forma de políticas de Estado o leyes.

A continuación, el hoy Presidente electo, entonces candidato en campaña, explica que su propuesta consiste en el diseño y ejecución de una Política de Seguridad Democrática, que consiste en "garantizar la seguridad de todos los habitantes del país; promover la interacción entre la comunidad y los organismos de seguridad del Estado; asegurar un clima de paz, dignidad y libertad para todos los panameños".

La "mano dura" propuesta por Torrijos consiste en una respuesta del Estado que se caracteriza por lo integral, pues la desarrolla en seis ejes que comienzan con el apoyo a las familias, el esfuerzo de las escuelas en retener y recuperar a los chicos y chicas, pasa por el fortalecimiento de las instituciones del sistema de justicia y el sistema penitenciario, y concluye con la participación de distintos actores sociales (organizaciones de derechos humanos, los medios, las iglesias) en programas preventivos. Al concluir, Torrijos reconoce que se trata de un reto para todos y se compromete a liderar estas acciones.

Ese discurso, de lectura recomendable y disponible en la página web de Martín Torrijos, llama la atención porque es lo más parecido que puede haber a un planteamiento de Estado. No hay el sensacionalismo casi obligado que adoptan los pronunciamientos de los candidatos en campaña. No hay fundamentos anecdóticos, ni manipulación de los miedos que usualmente tienen las personas cuando se les toca el tema de la seguridad.

Cualquier analista habría dicho que Torrijos arriesgó aburrir al auditorio a fuerza de ser responsable con lo que un futuro mandatario puede legítimamente prometer. Dicho en menos palabras: Torrijos no se apoyó en el miedo para buscar el beneficio de sus votos.

Al día siguiente de aquel pronunciamiento algún medio sí recogió en el titular la frase "mano dura contra el crimen" pegada al nombre de Torrijos, pero lo que más interés despertó no fue este planteamiento, sino su polémica confesión de que "la Ley debería permitir que el Presidente pueda optar por un civil o un miembro de la carrera policial para ser designados en las jefaturas de dichas instituciones".

Al final de su intervención, Torrijos hace un planteamiento sobre los cambios constitucionales, que también pasó prácticamente desapercibido, pues la intensidad de la discusión sobre el carácter de la jefatura de la policía oscureció todo lo demás.

Cuando, la semana pasada, al regresar de un viaje por el extranjero, Torrijos hizo declaraciones públicas, mostró una cautelosa distancia respecto el plan "Mano Dura" de Moscoso y reiteró sucintamente sus planteamientos del año pasado. Este escrito no estaría justificado si no hubiera un problema que resolver: que mucha gente que dice que apoya a Torrijos se ha entusiasmado con la mano dura arnulfista, olvidándose que el planteamiento de su líder es muy distinto al de la mandataria actual.

¿Qué prevalecerá: el planteamiento responsable de quien hoy es el presidente electo o el desatino de arnulfistas y perredistas que piensan que la clave del éxito en la lucha contra el crimen radica en la cantidad de fuerza que despliegue la policía?

En los próximos días veremos cómo resuelve la Asamblea Legislativa esta prueba de liderazgo, que es al mismo tiempo una prueba de lealtad.
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El Panamá América Martes 3 de agosto de 2004