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Carta a un adolescente


Discúlpame por dirigirme a ti de una manera en que no te será fácil responder. Te pido disculpas porque espero que me escuches, sin que tengas las mismas ventajas de ser escuchado. Como, de partida, ésta ya es una relación desigual; la voluntad que me anima es que tú puedas crecer y desarrollarte al máximo de tus posibilidades, lo que a su vez genera responsabilidades, antes de que cumplas los 18, y de las que a veces no eres plenamente consciente.

Eres responsable porque sabes bastante bien lo que haces; pero no pienso que tú y yo seamos igualmente responsables. Mis cargas son distintas de las tuyas, y de mayor número e intensidad. Después de todo, por algo tengo más derechos que tú, pues hay un montón de cosas que ni la ley, ni eso que se llaman las buenas costumbres, te permiten hacer.

Te escribo porque he quedado preocupado después de todo lo que se ha dicho sobre los adolescentes últimamente. Lo sé, es injusto. ¡Tanta gente se ha esforzado en hacerlos ver como una horda que azota a la ciudad! La realidad es que la única horda que hay causando daño es la de los mayores de edad, que además te maltratan, te humillan y te utilizan de formas tan violentas que no quisiera nombrar ni que intentes imaginar.

Sé que tu realidad está marcada por la falta de oportunidades, que no has completado la escuela porque tienes que trabajar para llevar algo a casa donde te esperan tu madre y tus hermanos, porque a tu padre probablemente no lo has visto desde hace tiempo. El problema está en que algunos ambientes de trabajo son riesgosos, te expones mucho y podrías encontrarte con gente que puede hacerte daño sin que te des cuenta. Aprende a alejarte de ciertos lugares y personas.

Te pido que no tomes como cierto todo lo que se ha dicho en la Asamblea Legislativa cuando se discutía el aumento de las penas contra los menores de edad. Hay gente que cree que al aumentar las penas bajan los delitos, como si fuera una relación mecánica. Esto no funciona así. Es la certeza de que el delito será seguido por el castigo, lo que puede actuar como disuasivo. También han dicho que las leyes vigentes consagran la impunidad de los menores de edad. Esto quiere decir que si cometes un delito no serás castigado. Pues no es cierto. Las leyes vigentes te tratarán con dureza si cometes algún acto criminal.

Desde el momento en que cumples los 14 años, las leyes autorizan a los jueces a enviarte a prisión si matas, o te involucras en el tráfico de drogas, si robas, si violas, si hieres a alguien de modo que su incapacidad sea permanente, o si dicha persona muere producto de la lesión que le has causado. Te podrían sentenciar hasta por siete años en una prisión, que los adultos llamamos "centro" para que no nos lastime la idea de encerrarte.

No te llames a engaño, no es un hotel, es una prisión. Tienes que cumplir allí un régimen forzoso día a día. No podrás ver a tu novia (que se irá con otro), ni salir con tus amigos; no podrás hacer las cosas que tanto disfrutas, y cuando la gente a la que tú quieres y que te quiere te necesite, no podrás estar allí para ayudarlos.

Cuando tus familiares te visiten en el centro, estarán haciendo el máximo esfuerzo para que el dolor de verte allí no se les note. Pagarás una pena con dolor. ¿Te parece muy duro? La verdad es que lo es, pues en la mayoría de los casos no hay grandes diferencias entre las penas que reciben adultos y adolescentes.

Ya sé que te estarás preguntando cómo puedo estar de acuerdo con que te encierren en una prisión hasta por siete años después de haberte dicho que quiero que crezcas y te desarrolles al máximo de tus posibilidades. He dicho que te van a encerrar y que no tendrás la libertad de hacer lo que quieras. No he dicho que te van a maltratar. Al contrario, tu día estará organizado, desde muy temprano, para que puedas seguir estudiando, aprendas un oficio, dediques algún tiempo a la lectura, te acerques a Dios, y hasta practiques algún deporte.

¿Sabes por qué me opongo al aumento de las penas? Porque con penas largas terminarías en una cárcel con adultos que abusarán de ti y te enseñarán a ser cruel y despiadado, y se reducirían mucho las posibilidades de recuperarte. La idea del régimen actual no es hacerte un daño irreparable, sino darte una segunda oportunidad, porque entre los muchos derechos que tienes, está el derecho a que corrijas tu conducta.

Si algún día te encuentras en la trágica situación de perder tu libertad como resultado de haber cometido un delito, piensa que lo justo es que haya una consecuencia negativa para ti por el daño que has causado. Sé que siete años cuando se es adolescente son una eternidad, pero haz buen uso de la oportunidad que te aún tienes un mundo por delante. Son muchos lo que han reencontrado el buen camino; tú puedes lograrlo también.

Quizás piensas que, como no has cometido ningún delito, estoy malgastando mi tiempo. Pues bien, las leyes se hicieron para todos, para los buenos y para los que no lo son tanto. No todas las personas que van a un tribunal han cometido un delito, pero todas deben saber qué ocurre allí y es hora de que tú también lo sepas.

¿Qué por qué no le cuento todo esto a los políticos? Algunos escuchan, otros no mucho. Otro día te hablaré sobre las razones que motivan a algunos a engañarse y engañar, pero que eso no te inquiete por ahora.
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El Panamá América, Martes 10 de agosto de 2004